Artículo de opinión escrito por: Pedro Piñate
“La imbecilidad inaceptable llevó el país a la hambruna haciendo del terror agrario, el abandono y espaldas al campo su particular bandero”.
En julio de 2004, recordé en esta páginas de El Universal, un viejo proverbio campesino suizo que dice: “El que atiende al campo, el campo lo mantiene”.
A continuación escribí: “De los males que a Venezuela ha causado el populismo financiado con renta petrolera, el abandono del campo es el mas perverso. A través del tiempo, políticas equivocadas favorecieron el desarrollo urbano a expensas del rural, y hasta con alevosía, como durante el gobierno “revolucionario” actual.
Como resultado, los cambios demográficos son definitivos, ubicándose en las ciudades 97% de la población de 25 millones de habitantes. Esto con todo y disponer de 916.445 kilómetros cuadrados, casi 92 millones de hectáreas, de la cuales la mitad son aptas para el agro y la cría, y apenas un tercio llegan a explotarse, la mayoría en ganadería extensiva. De allí que no es de extrañar, que con 9 millones de hectáreas cultivables, sembrar como en 1988 se hizo, algo mas de 2 millones de hectáreas anuales, lo llamasen “milagro”.
Que imbecilidad inaceptable con o sin petróleo para ninguna nación: con tanta tierra para sembrar o criar, y la política que rige es darle la espalda al campo. En vez de promover !a producción nacional competitiva, se le condena importando alimentos sin aranceles y con todo tipo de ayudas oficiales.”
También señalé que “la adopción de una política agrícola que estimule nuevas inversiones en el agro será decisiva”, añadiendo “que pensando a futuro, con cada año más bocas que alimentar y empleos que generar, insistir en el abandono del campo, es en adelante, gestión suicida para cualquier gobernante”. Sin embargo a pesar de haber conducido al país a la debacle, hambruna y miseria que hoy sufrimos, la imbecilidad inaceptable continúa como si no más, y se sigue de espaldas al campo y los del campo. Mientras los productores hacen milagros para salir adelante con sus cosechas y productos practicando como pueden, la agricultura sin crédito, ni público ni privado, o sea, a puro bolsillo propio, nada fácil.
En cuanto a los consumidores pobres que son el 95 % de la población que queda, restando los 7,2 millones de compatriotas que se auto-exilaron huyendo de tanta desgracia, el panorama sin vuelta a la libertad, democracia y estado de derecho, es de más hambre y penurias. La imbecilidad inaceptable llevó el país a la hambruna haciendo del terror agrario, el abandono y espaldas al campo su particular bandera.
También se extendió a los demás sectores de la economía, alcanzando finalmente al petróleo y las minas, acabando con PDVSA. Para colmo, insiste en la frución de los fracasos con el cuento de que el país “se arregló”, siendo imposible que el país funcione sin combustibles, electricidad ni demás servicios, y con falta notoria de inversiones públicas y privadas del tamaño del compromiso.
Lo cierto es que Venezuela agoniza y apenas sobrevive mientras prosigue a la vista en perjuicio nacional, su saqueo y destrucción más impunes y perversos desde los tiempos de Boves. ¿Cuánto más dura la imbecilidad inaceptable o la aguantamos? El Bravo Pueblo es quién, se dice y coincido, es el único que tiene o si no, tendrá, dirá y dará un buen día de estos u otro por venir, la respuesta.
Vía: El Universal