Nicolás Pacheco
MBA. Macroeconomics LSE
Presidente Asosenepol
Director Convecar
La visión de comercio exterior puede otorgar incentivos o desincentivos a la producción nacional, puede influir en los precios de los productos competidores que se importan en el país. A priori se piensa que los aranceles a las importaciones proporcionan protección económica.
La política comercial ha sido objeto de intensas negociaciones internacionales durante décadas. Hay consenso en que aranceles elevados, estimulan medidas de represalia de los socios comerciales, además conducen a ineficiencias en la estructura productiva del propio país, al quitar la presión para incrementar la productividad.
Los beneficios derivados del aumento del comercio internacional hacen que los países en desarrollo tengan interés en promoverlo y en asegurar que las normas del comercio internacional sean justas. Sin embargo, desde que concluyó la Ronda Uruguay, los países desarrollados han incrementado sus exportaciones más que los países en desarrollo, y han surgido preocupaciones acerca de la continuación de las medidas de protección agropecuarias en los países desarrollados.
Vemos casos cómo Canadá, Estados Unidos o Japón imponen aranceles para proteger su sector agropecuario, considerando el efecto positivo dinamizador que produce en sus economías.
Debemos tener en cuenta que en los países más ricos existen subsidios a sus exportaciones, lo que les permite afectar los precios al productor de los países importadores más pobres, agravando el problema de la falta de productividad, desempleo y pobreza. Los subsidios en los países ricos, representan un serio problema para los países como Venezuela que tratan de desarrollar un sector agropecuario competitivo .
Muchas veces vemos cómo los subsidios a la producción agropecuaria de países ricos, contribuyen a la sobre oferta de productos, exacerbando la tendencia descendente de los precios reales en los mercados mundiales.
Países como Venezuela pueden responder a estos hechos con un nuevo enfoque del comercio internacional y poniendo en práctica medidas para limitar el daño económico causado por las importaciones que hacen dumping. Puede pensarse que existe miedo de los productores hacia la liberalización del comercio, miedo de que las importaciones baratas puedan disminuir los precios internos hasta niveles no rentables; sin embargo además de ser legítimo, el comercio internacional no puede sustentarse en competencia desleal; no es justa la competencia entre un productor de USA que cuenta con apoyo, incentivos, ayudas públicas y privadas de todo tipo, con un productor Venezolano que no cuenta con ningún tipo de ayuda o incentivo para producir, más que su compromiso, vocación, y condiciones ambientales favorables para producir carne a pasto. El reto es no caer en la trampa del proteccionismo.
Las conocidas deficiencias de nuestro mercado de crédito agropecuario, hacen difícil realizar inversiones en tecnologías agropecuarias mejoradas. Tampoco existen sistemas de protección social, servicios públicos y de infraestructura como existen en los países más desarrollados.
Esto es un enfoque muy realista y pragmático que debe considerarse para nuestra política de comercio exterior, la liberalización debe ser en consonancia con nuestro nivel de desarrollo, y considerar el impacto positivo económico, social y ambiental que produce la actividad agropecuaria, la activación del circulo virtuosos de la riqueza, en empleos y productividad.
No olvidemos que los países desarrollados crecieron al amparo de protección arancelarias, que redujeron una vez consolidado su sector interno, la conclusión no es que la protección al comercio exterior debe preferirse a la liberalización, como regla general; las exoneraciones arancelarias agravan el problema de abandono de los campos y aumento de la pobreza, si reducimos los incentivos a la producción afectamos a todos los productores y la generación de empleos.
Estoy consciente que la transición de un sistema de control del comercio a otro de comercio libre no es fácil, como hemos visto en experiencias de otros países, sin embargo las acciones deben ir dirigidas a promover el desarrollo agropecuario nacional, evitar el abandono de los campos, aumentar los empleos, la productividad y reducir la pobreza.
El caso de la carne, tenemos ventajas comparativas que nos hacen ser realmente competitivos en el mercado mundial, con posibilidades más allá del mercado nacional, solo requerimos los incentivos correctos, con buenas infraestructuras de mercados. De todo esto lo que si ha quedado demostrado, es la inconveniente participación del estado como actor económico dentro del mercado, es la forma más ineficiente de gestión económica empresarial.