Los agricultores venezolanos sobreviven «a duras penas», sin financiamiento, sin combustible, trabajando con las uñas. Historias triste sobran muchas, pero aún así hay quienes no se rinden y sueñan con lograr una buena cosecha y venderla a precio justo. Este es uno de esos pocos casos.
Miguel es un agricultor nuevo, no la ha tenido facil. No heredó finca ni ha recibido nada del gobierno, lo poco que tiene se lo ha ganado con esfuerzo propio. No tiene tierra, tractor, rastra, ni sembradora, todo lo alquila. Siembra 50 has arrendadas en Turen.
Esta temporada de verano no tenía liquidez para enfrentar el nuevo ciclo siembra, sin financiamiento bancario tuvo que empeñar su camioncito y así logró recursos para atender 30 has. Las sembró de ajonjolí, pero eso sí, bien sembradas, bien atendidas y con mucha, pero mucha Fe.
Había llegado diciembre y tuvo que trabajar día y noche para preparar rápido porque el verano arreciaba y la maquinaria, que era alquilada, había que desocuparla pronto. Logró ingeniárselas para modificar una sembradora y plantar en un suelo seco, no había esperanzas de lluvias. Sembró justo en la fecha tope para el ajonjolí, el 16 de diciembre.
No le alcanzó el dinero para comprar fertilizantes, pero no le haría falta. El cultivo anterior había sido soya y esta dejó en el suelo el equivalente a 50 kg/ha de nitrógeno.
Miguel había puesto todo su capital en esa siembra, se encomendó a Dios y se dedicó a atender y cuidar lo que sería su única esperanza de ingreso de dinero y permanencia en la agricultura.
Dios existe y Miguel se la lleva muy bien con el…
Llegó el momento de cosechar las 30 has, hicieron falta no uno, si no dos camiones para recoger la inusual gran cosecha…!
Recolectó 900 kg/ha de ajonjolí…!
Si consideramos que el promedio nacional no alcanza los 400 kg/ha fue todo un récord…!
Se lo pagaron bien, recuperó su camioncito empeñado y logró sobrevivir un ciclo más en este tormentoso e insólito campo venezolano.
Por Ramon Elias Bolotin