Fernando Camino Peñalver
Expresidente de Fedeagro
@fernandocaminop
Como lo han venido denunciando los gremios del sector, 2017 ha sido el peor año para la producción y la productividad de los cultivos sembrados en ambos ciclos, desde que se llevan estadísticas y cifras sobre la producción agrícola vegetal en nuestro país.
La debacle agrícola de 2017 no se ha producido por un fenómeno natural (exceso de lluvias o prolongada sequía), ni mucho menos por el ataque incontrolable de plagas o enfermedades (virus, bacterias, hongos). La debacle agrícola de este año se ha producido como consecuencia de la coexistencia dentro del régimen de dos grupos: los dogmáticos y los “pragmáticos”, con diferentes intereses pero con un mismo objetivo: acabar con la producción nacional de alimentos. Los dogmáticos por su equivocado afán de aplicar un modelo económico basado en una ideología obsoleta y los “pragmáticos” por su desmedida avidez lucrativa, caracterizada por manejos nada apegados a la ética empresarial.
El resultado de la “borrachera ideológica” y del festín con los petrodólares, ha sido la ruina de toda la cadena de la producción agroalimentaria, diezmada por la inseguridad jurídica, el irrespeto a la propiedad privada, los controles de precio y de la comercialización. Por supuesto, quien ha pagado los “platos rotos” de este desastre, ha sido el 85% de nuestra población que está sufriendo la escasez y la carestía de los alimentos.
El año pasado la producción nacional de materia prima para la agroindustria, solo pudo cubrir un treinta por ciento de las necesidades requeridas para la fabricación de alimentos.
A pesar de la caída del consumo de nuestra población, esta producción apenas alcanzó para noventa días de manufactura de harina de maíz, arroz, azúcar y alimentos para pollos, gallinas y cerdos. La elaboración de alimento para animales a base de maíz amarillo, sorgo y soya, son necesarios para que haya oferta de huevos, carne de pollo, de cerdo y sus productos derivados.
El desastre de la producción de este año, es peor que la caída de la cosecha de 2016. Según las estimaciones de los gremios agrícolas y los resultados del inicio de la cosecha, la producción de materia prima solo alcanzará para un veinte por ciento de los requerimientos de la agroindustria y durará solamente para sesenta días de manufactura
de alimentos y forrajes.
La incertidumbre que pesa sobre los productores, presagia un desenlace similar al del fracaso de la siembra del ciclo de “invierno” de este año. La escasez de semillas, de fertilizantes y de agroquímicos, es la consecuencia directa de la monopolización del agrocomercio por parte del gobierno. Esta grave situación y la paralización de la maquinaria por falta de repuestos y combustible, marcaran el fracaso del ciclo “norte- verano” de este año, agravando la situación de escasez y carestía de los alimentos.
La debacle agrícola de este año aumentará la crisis humanitaria que estamos padeciendo, que puede convertirse en emergencia humanitaria. Por lo tanto, nuestro país reclama un cambio de gobierno, que asuma con urgencia, medidas dirigidas a solucionar el abastecimiento de alimentos a corto y mediano plazo. Pero es fundamental la consolidación de un plan agroalimentario que nos garantice el pleno abastecimiento de forma permanente.
Un modelo moderno de abastecimiento de alimentos, que nos garantice la Seguridad Alimentaria, debe estar fundamentado en la concertación de los planes de producción, con todos los integrantes de los circuitos agroalimentarios. Esta concertación solo puede darse, si garantizamos reglas claras para el desarrollo de la actividad productiva y eso solo se logra garantizando la seguridad jurídica, que estimule la inversión privada para aumentar
la producción y la productividad.
Si garantizamos la seguridad jurídica, convertimos la producción de alimentos en una actividad rentable. Cuando una actividad económica es rentable, atrae el flujo de inversión financiera sin necesidad de obligar a la banca a invertir. Con reglas claras y proyectos racionales de producción, estaremos en el foco de la inversión financiera internacional, dispuesta a financiar tecnología e infraestructura para nuestro desarrollo agroalimentario.