Fernando Camino Peñalver
La calamidad se extiende sobre nuestra afligida población dentro y fuera de nuestra frontera. De exportadores de riqueza ahora exportamos pobreza. Es difícil decidir cuál de los graves problemas que nos aquejan es el que más nos golpea, pero si hay uno que siente internamente la mayoría de nuestra población a cada minuto y es el hambre.
Esta carencia vital en las estadísticas de la pobreza medida por el ingreso del núcleo familiar, se determina como pobreza extrema. La situación de pobreza extrema se comprueba cuando la familia no tiene el ingreso suficiente para comprar los alimentos básicos para su normal desempeño fisiológico.
A inicios de este año sectores académicos y científicos presentaron cifras sobre el avance de la pobreza en nuestro país, la Encuesta Nacional Condiciones de Vida señaló un crecimiento de la pobreza extrema de 23, 6% en 2014 a 61,2% en 2017. En enero de este año la comisión de Finanzas de la AN informó que la inflación de 2017 fue de 2.616%, considerando que la inflación acumulada de enero a agosto de este año ha sido de 34,680; podemos asumir que la pobreza extrema, a pesar de los aumentos salariales, lamentablemente ha crecido aumentando con ello la hambruna que padece la mayoría de nuestra población.
La causa de que estemos padeciendo esta crisis humanitaria radica en que una mayoría circunstancial de votantes eligieron un régimen que no cree en la libertad y mucho menos en la libertad económica. Error histórico que estamos pagando todos y cada uno de los venezolanos. Poniendo en práctica su absurdo dogma, el gobierno se empeñó en sustituir la libre empresa por las unidades de producción “socialista”, en este plan también se afectó a las empresas básicas generadoras de divisas. Pero la ineptitud y la corrupción acabaron también con estas empresas, incluyendo las básicas, lo que generó la caída de la oferta nacional de bienes y servicio y afectó el ingreso de divisas.
A pesar de caída de la producción y de la inversión interna, la llamada “inversión social” del régimen creó una falsa prosperidad en gran parte de la población. Esta inversión fue mínima en relación al despilfarro y a la corrupción con que se dilapidaron más de mil ciento cincuenta millones de millones de dólares, provenientes de la renta petrolera y de deuda pública adquirida por el régimen. Pero a pesar de esto, se creó una abundancia de bienes importados y de reparto de dinero a través de las distintas misiones, creando una falsa prosperidad sobre la ruina del sector productivo nacional.
Pero a partir de 2014, el crecimiento del producto interno bruto de nuestro país que era impulsado por los petrodólares y por los recursos de la deuda pública, cayó en picada por la disminución de los precios del crudo y la ruina de Pdvsa. Esta situación dio inicio al crecimiento de la pobreza y del desempleo, al aumento de la escasez y a la carestía de los alimentos debido a la incapacidad del sector interno para producir y a la falta de divisas para importar.
Ante esta situación es necesario, en su momento, detener la hambruna que azota a nuestra nación y debe ser tarea de todos asumir esta responsabilidad, debemos estar preparados y convencidos de que esta situación no puede continuar. En nuestro país existen organizaciones no gubernamentales, fundaciones y sectores académicos que, a través de sus centros de investigación, han estudiado como afrontar el problema del hambre y la desnutrición. También tienen mucho que aportar la Iglesia Católica y demás organizaciones religiosas; los gremios empresariales de los circuitos de producción agroalimentaria y los gremios profesionales de agrotécnicos. El factor institucional de la política es fundamental como ente aglutinador de la voluntad popular, por ello es imprescindible la presencia de la Asamblea Nacional y de los partidos políticos en este afán por sacar a nuestra nación de esta crisis humanitaria que padecemos.
La finalidad principal de esta unidad de voluntades sería en lo inmediato reforzar la denuncia que se ha hecho ante las instituciones regionales y mundiales defensoras de los derechos humanos, de la hambruna que azota a nuestra población y la incapacidad que presenta en este momento el Estado Venezolano para resolverla. No menos importante, sería también el aporte de propuestas concretas para resolver la terrible situación que está cobrando vidas en nuestro país y generando un éxodo de miles de compatriotas en la búsqueda de su seguridad alimentaria.
La propuesta de cómo vamos a recuperar la producción de alimentos existe y los recursos también, pero hace falta de nuestra parte más unidad, más coherencia y menos dispersión.