Minuta Agropecuaria.-
La crisis humanitaria compleja que vive Venezuela se agrava. La brutal caída de los precios del petróleo, sumada a la amenaza que constituye la pandemia de COVID-19, la cual, a nivel global, se acerca a los 3 millones de casos, superando ya las 200.000 muertes, auguran un panorama desolador. En nuestro país, por fortuna, la curva no se ha disparado y el índice de fatalidad está por el orden del 3%.
Pero las acechanzas son serias. Las medidas de cuarentena y distanciamiento social, de por sí, minimizan la vida económica nacional, afectando a todos, particularmente a los sectores sociales más vulnerables, los cuales resienten la imposibilidad de salir a conseguir el sustento diario, sufriendo los estragos de la situación.
Desde 2018 vivimos una profunda crisis que mantiene al país al borde de la inviabilidad política. Nuestra economía está totalmente asfixiada y los venezolanos necesitan respuestas.
Desde Fedecámaras tenemos mucho tiempo señalando los profundos errores de política económica y de enfoque ideológico que nos han traído hasta esta situación de tragedia nacional. La destrucción del aparato productivo, incluyendo la industria petrolera, cuya expresión final más evidente y trágica es la escasez de combustible que hoy pone en jaque al sector productivo nacional.
En este cuadro, no vamos a avanzar un milímetro si el país vuelve a las fracasadas políticas de control, confiscación, persecución y opresión de los empresarios, quienes invertimos y generamos valor en Venezuela. Así, solo estaremos acelerando la magnitud de la crisis. Dando un paso hacia el abismo.
Nuestra realidad ya era lo suficientemente trágica antes de la llegada del COVID-19. Es necesario hacer un alto. El país exige ser responsables ante la imperiosa realidad. La nación clama cordura. Seguir invocando la crisis no tiene más sentido: es el momento que todos construyamos consensos, con acciones que permitan verdaderas soluciones.
Urge un entendimiento mínimo de todos los sectores; político, público y privado. Urge colocarse por encima de las diferencias, en función de ponerle fin a la pérdida de la calidad de vida de los venezolanos que tiende a profundizarse en el futuro inmediato.
Sin entendimiento, confianza y acuerdos, no cesará la crisis coyuntural ni estructural. La única forma de afrontar estos retos, exige algo mucho más profundo y sostenible que medidas económicas parciales o ayudas humanitarias necesarias, pero insuficientes para dar un giro a nuestro porvenir. No hay soluciones fáciles ni de corto plazo. El tiempo no está a favor de nadie; está en contra de todos.
En el marco socioeconómico que atravesamos y con la COVID-19 acechando a nuestra población, debemos marcar un punto de partida para que el liderazgo político, la Fuerza Armada, la sociedad civil, las Iglesias, la comunidad internacional y el sector empresarial, trabajemos para construir las respuestas que demandamos los venezolanos.
Desde Fedecámaras, hacemos un llamado a deponer medidas arbitrarias, agendas parciales y a concretar decisiones conjuntas, que diseñen un acuerdo político integral que ponga fin a este conflicto y tenga como objetivo principal velar porque se restituyan los preceptos constitucionales establecidos en nuestra Carta Magna: derecho a la vida, salud, educación, respeto a la propiedad privada, libre iniciativa, al derecho a elegir, entre otros.
En esta hora histórica, urge el rescate de nuestra economía para generar progreso y bienestar social, para diseñar en consenso, un nuevo modelo político, económico y social que trascienda al interés inmediato y apunte a la inclusión de todos los dispuestos a trabajar por una nueva y mejor Venezuela