Ing. Agr. M. Sc. Werner Gutiérrez Ferrer
Ex Decano de la Facultad de Agronomía de LUZ
@WernerGutierrez
Un 30 de agosto del año 2010 le es arrebatado su último latido al inmenso corazón de Franklin Brito. Este venezolano ejemplar impregnado de dignidad como pocos, a quien le fueron despojadas sus tierras, se nos fue con su coraje intacto, su alma indoblegable y sin negociar sus principios. Para el momento de su partida habían transcurrido siete años de iniciada la larga y dura cruzada en defensa de su Fundo Iguaraya, ubicado en el estado Bolívar, al sur de Venezuela, época durante la cual perdió sobre los 70 kilogramos de peso al realizar varias huelgas de hambre aferrado a la protesta civil, a la pacífica, como última medida con la esperanza de encontrar la “justicia digna” que le fue esquiva desde el gobierno nacional y el poder judicial.
Este hombre de temple, de excepcional verticalidad, era un humilde venezolano, biólogo de profesión que se desempeñaba como docente, e invirtió sus ahorros en la compra de este predio de tan sólo 290 hectáreas, sobre el cual el Instituto Nacional de Tierras (INTI), a través de un proceso violatorio de sus derechos, le confirió cartas agrarias a terceras personas, cerrándole el paso a su propiedad, momento a partir del cual inicia su fatal lucha contra un estado arbitrario, en reclamo del derecho constitucional que le asistía sobre sus tierras. A ocho años de su partida, las cartas agrarias mediante las cuales su propiedad fue invadida no han sido revocadas, y sus tierras están improductivas.
Este indomable agricultor con sus acciones resultó ser la más clara antítesis de la desfigurada sociedad venezolana actual. En noviembre del 2009 nos advertía “No hay argumento que valga para traicionar tu conciencia, la dignidad es la brújula que nos ayuda y nos orienta hasta los senderos correctos”. Menos de un año después, ante la mirada indiferente de casi todo un país, frente al silencio cómplice de otra porción de nuestra sociedad, Brito a pesar de su llamado a no permitir los abusos porque “los abusos se instauran en la sociedad porque las personas lo permitimos”, nos demostró que no mentía cuando afirmó “estoy dispuesto a dar la vida por la justicia”. Franklin, con las cicatrices de la injusticia tatuadas en su piel, dejó un claro mensaje a quienes desde el poder ejecutivo y judicial le cercenaron sus derechos “Pobre en capacidad, en dignidad y pobre en amor, las personas que para llevar a su casa el pan de sus hijos, tengan que traicionar su conciencia, a sus semejantes, al hacerlo están asumiendo que son el peor de todos los mendigos”.
Para Chávez Frías, Elías Jaua y Juan Carlos Loyo quizás Brito haya sido sólo una de las tantas víctimas “necesarias” en su absurda “gesta emancipadora” contra lo que equivocadamente definen como latifundio, alimentando el innecesario e irracional enfrentamiento de “pobres contra ricos, explotados versus explotadores”.
No obstante, para la Venezuela agropecuaria, existe un antes y un después de Franklin Brito, quienes estamos ligados a su diario quehacer, nos hemos prohibido olvidar el estoicismo de este agricultor que entregó su vida, por defender el sagrado derecho del venezolano a trabajar sus tierras, libre del control absolutista de un estado terrófago y destructor del sistema agroalimentario nacional.
Hoy en nuestros campos se perciben positivas señales de haber aprendido la lección. Demos una mirada a las acciones de nuestros aguerridos productores en defensa de El Gólgota en Guárico; la gallardía de Manuel Castillo desde la Asociación de Ganaderos del estado Apure o el temple de Mabel Rojas en Valle la Pascua al negarse al decomiso de sus reses; el resurgimiento de la Asociación de Productores Rurales de Barinas (Asobarinas) unidos en su defensa contra una ola despiadada e impune de invasiones y robo de ganado, o el reciente ejemplo que nos ha dado ASOGABA en una necesaria y positiva fusión con UGADEBA, para en unidad asumir la defensa de los productores del municipio Baralt del Zulia.
Franklin Brito se nos fue físicamente quizás sin saber que su sufrimiento nos marcaría por siempre, que su digno reclamo de justicia lo ha inmortalizado en los campos venezolanos, convirtiéndose en el ícono inspirador de quienes la vida sólo nos ha enseñado a darle para adelante, con una fe infinita en la agricultura nacional.
Hoy sus palabras retumban en cada rincón de nuestra hermosa patria “No hay poder que valga, cuando el pueblo se une y cuando la conciencia florece por el bien de la sociedad”, y nos sirven de inspiración a quienes hemos jurado mantenernos de pie, erguidos, jamás rodilla en tierra, con la frente al sol, y el pecho al futuro, hasta conquistar esa Venezuela próspera y en paz que soñamos y merecemos.