Pedro Raúl Solórzano Peraza
Junio de 2020
Se ha establecido el 22 de junio de cada año como Día Mundial del Suelo y la Tierra Fértil, para resaltar la importancia que tiene el recurso suelo para la vida en nuestro planeta. También para alertarnos que debemos cuidarlo, protegerlo, para que se mantenga en el tiempo, ya que a pesar de ser un recurso natural renovable, es considerado como no renovable debido a que su recuperación, una vez que se degrada, es muy lenta, va más allá de varias generaciones.
De una manera muy general, el suelo es la capa superior de la corteza terrestre, y su uso en Venezuela se enmarca dentro de las directrices establecidas en la Ley Orgánica de Ordenación del Territorio. Así, el concepto de suelo depende del uso que se le vaya a dar, ya que no es el mismo interés el que tiene un ingeniero civil o un arquitecto, al que tiene un geólogo o un ingeniero agrónomo. Siempre recuerdo mi primera clase de Edafología, cuando el profesor nos hablaba de esto y decía que “para el vulgo suelo es lo que pisa al caminar”.
Por supuesto, cuando asocian el suelo y la tierra fértil, se refieren específicamente al uso del suelo en la producción agrícola. En este caso, el suelo es considerado un cuerpo natural ocupando la parte superior de la corteza terrestre, diferenciado en horizontes, resultado de la acción combinada y recíproca influencia de los factores formadores de suelo que son: roca madre (material parental), clima, topografía (relieve), vegetación (biota) y tiempo; donde actúan los procesos formadores de suelo que son de naturaleza física, química, biológica y bioquímica. Dentro de este concepto, el estudio de los suelos corresponde a la Edafología.
Aunque la palabra Edafología puede sonar muy extraña para muchos, me sorprendí leyendo ”Sangre en el diván” (Ibéyise Pacheco. Página 88. 2010) cuando durante la campaña electoral para la presidencia de la república en el año 1987, coincidiendo en Acarigua para debatir los candidatos Carlos Andrés Pérez, Eduardo Fernández y Edmundo Chirinos, este último narra: “Les dí una clase de Edafología, el estudio de los suelos, una cátedra fundamental de la Facultad de Agronomía y Veterinaria.
Recuerdo que le expliqué a todos lo que era Edafología”. Este Día Mundial del Suelo y la Tierra Fértil nos debe motivar a utilizar sabiamente este recurso para producir altos rendimientos de los cultivos, protegiéndolos para
que sus características se mantengan en el tiempo infinito y puedan servir para que se disponga de suficiente cantidad de alimentos, que cubran las necesidades de la creciente población mundial. Debemos evitar la desertificación, para lo cual también se estableció el 17 de junio de cada año como el Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía”. Desertificación es un proceso de degradación de los suelos que van perdiendo progresivamente su potencial productivo, algunas de cuyas causas son la deforestación incontrolada, la falta de cobertura que exponga los suelos a procesos erosivos, el monocultivo, la labranza exagerada y en condiciones desfavorables, el sobrepastoreo, la sobreexplotación de los acuíferos, malas prácticas de riego que favorezcan la salinización de los suelos, el uso irracional de fertilizantes químicos, los efectos del cambio climático sobre la alteración de los ciclos de lluvia que han causado largos períodos de sequía en algunos lugares del mundo.
Se tiene que hacer un uso muy racional de los suelos en la indispensable actividad agrícola, generadora de alimentos, para tratar de rebajar las cifras aterradoras que indican que en estos momentos 33% de la tierra fértil del mundo está en proceso de degradación, y que cada año, debido a la erosión, se pierden unos 25 millones de toneladas de la capa arable de la superficie terrestre.
Pedro Raúl Solórzano Peraza
Junio de 2020