Pedro Raúl Solórzano Peraza
Enero de 2018
Entre los fertilizantes nitrogenados químicos se separan dos tipos, los naturales y los sintéticos. Los naturales están representados por lo que se conoce como salitre chileno, que son depósitos de sales con base principalmente nítrica ubicados en el desierto chileno. Este producto que se conoció en su época de mayor esplendor como el “oro blanco”, así como el petróleo se conoce hoy en día como el “oro negro”, ha tenido una interesante historia, porque por un lado en un momento representó una fuente casi milagrosa de nitrógeno para uso agrícola y, por otro lado, jugó un papel protagónico en episodios bélicos.
El salitre es una mezcla de nitratos de sodio (NaNO 3 ) y de potasio (KNO 3 ) que se encuentra naturalmente acumulado en grandes extensiones de América del Sur, principalmente en regiones desérticas que actualmente pertenecen al norte de Chile. Este producto ha tenido múltiples usos destacándose su aplicación como fertilizante, como agente oxidante en procesos químicos, en la fabricación de pólvora y fuegos pirotécnicos, en medicina como diurético, en la fabricación de pigmentos y otros productos. Se establece que el salitre se comenzó a usar en el año 1650 en el área de pirotécnia, pero su gran auge ocurre a mediados del siglo XIX, cuando en 1830 se realizó la primera exportación hacia Gran Bretaña, donde los ingleses lo utilizaron como insumo químico y en Escocia lo utilizaron como fertilizante.
Así comenzó la explotación del salitre a gran escala en Perú y Bolivia, en Antofagasta y Tarapacá desde 1830, actividad que luego fue monopolizada por Chile desde 1880 hasta su decadencia en 1920, aunque se sigue explotando a menor escala porque su demanda es limitada y su rentabilidad es baja. Sin embargo, para Chile esta actividad fue de gran importancia económica y al mismo tiempo una inmensa fuente laboral, hasta que durante la I Guerra Mundial, Alemania comenzó a producir salitre sintético, muy útil para proseguir la guerra causando la decadencia del salitre natural. A pesar de ello, los procesos de producción salitreros dejaron un inmenso patrimonio histórico y cultural a Chile. Las oficinas del desierto de Atacama reflejan los medios y la forma de explotación del
salitre que marcaron a generaciones de chilenos, peruanos y bolivianos. Recientemente, en el año 2004, sus instalaciones fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hay un episodio bélico que involucra al salitre con la historia de América del Sur, y es lo que se denominó la “Guerra del Pacífico” americana. Las acciones se iniciaron entre Chile y Bolivia y tuvo su punto de partida en problemas comerciales alrededor de la explotación del salitre. Se señala que Bolivia transgredió, violó, un tratado de límites suscrito por estos dos países desde 1874. El gobierno boliviano estableció un impuesto a la Compañía de Salitres y Ferrocarril Antofagasta violando el tratado antes mencionado, el cual la compañía salitrera se negó a pagar y consecuentemente el gobierno boliviano ordenó el embargo de sus bienes, su venta en subasta pública y posterior reivindicación o reclamo de las salitreras mantenidas por la compañía. Por supuesto, el gobierno chileno reaccionó rápidamente ocupando el Puerto de Antofagasta en febrero de 1879.
¿Cómo entra Perú en esta guerra? Oficialmente la guerra entre Chile y Bolivia es declarada dos meses después de la ocupación del Puerto de Antofagasata, y Perú, que había suscrito un Tratado de Alianza con Bolivia en 1873, tuvo que intervenir en el conflicto. Las operaciones militares prácticamente terminan con la entrada de las fuerzas chilenas a Lima en enero de 1881; sin embargo, se señala que esta Guerra del Pacífico concluyó en 1884, cuando Chile obtuvo como indemnización de guerra que le cedieran las provincias de Tarapacá y Antofagasta que concentran casi todos los yacimientos de salitre que existen en el mundo.
El desarrollo de los fertilizantes nitrogenados sintéticos comienza con necesidades derivadas de la escasez de los productos naturales orgánicos para la agricultura, como es el caso del guano, y de lo limitado en el suministro del salitre natural para la agricultura y otros usos, incluyendo explosivos y municiones para la guerra. Lo que ocurrió fue que a comienzos del siglo XIX, se demostró que el crecimiento de las plantas dependía en buena medida de los aportes de nitrógeno. Cuando trasciende esta información se inicia un incremento en la demanda de nitrógeno para elevar los niveles de fertilidad de los suelos y lograr mejores resultados de la actividad agrícola.
Pero la agricultura no fue la única actividad que demandaba crecientes cantidades de nitrógeno. Hasta comienzo de la segunda década del siglo XIX se disponía solamente de pólvora como explosivo, luego un químico italiano de apellido Sobrero produjo un poderoso explosivo que es la nitroglicerina, dando inicio a la gran industria de los explosivos nitrogenados cuyo máximo representante fue la dinamita, derivada de la nitroglicerina, y se incrementan considerablemente las demandas de productos nitrogenados. La tensa situación política que reinó en Europa a principios del siglo XX, dejaba en claro que la nación que no tuviera un adecuado suministro de salitre chileno no podría lograr una provisión suficiente de municiones. La solución era sintetizar los compuestos nitrogenados a partir del nitrógeno del aire, considerado como un suministro ilimitado y a disposición de todos.
Así comienza el hombre a tratar de fijar el nitrógeno del aire, desarrollándose algunos procesos en el período 1904-1908, pero el más ventajoso de todos fue la síntesis de Haber para producción de amoníaco, desarrollado por Fritz Haber y convertido en un proceso de fabricación industrial por Carl Bosch, por lo que se conoce como el proceso Haber-Bosch para la síntesis de amoníaco y, ya en 1913, existía una planta industrial produciendo 30.000 toneladas de sulfato de amonio. La guerra de 1914 estimuló el crecimiento de esta industria en Alemania, debido en gran medida a que Gran Bretaña y sus aliados controlaban las rutas marítimas de entrada del salitre chileno a Europa, quedando Alemania y otros países sin acceso a esta fuente nitrogenada para la agricultura, explosivos y municiones, viéndose obligados a buscar otras fuentes de nitrógeno, o perecer.
Finalmente, se culpa a la síntesis del amoníaco como responsable de que la I Guerra Mundial se prolongase por dos años más, causando la muerte a unos dos millones de personas que han debido sobrevivir; pero también fue responsable de la lucha contra la desnutrición en esa época, y al mismo tiempo, permitió la producción de muchos materiales sintéticos que contienen nitrógeno y son importantes en la vida cotidiana, incluyendo medicinas.
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