El Servicio holandés de Seguridad Alimentaria ha aconsejado a la población que no consuma huevos hasta nueva orden, para evitar posibles intoxicaciones por culpa de un pesticida prohibido en el país. El producto en cuestión se llama fipronil, y se utiliza para combatir las plagas de piojos y pulgas en las aves de corral. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo califica de “moderadamente peligroso”, pero no puede usarse con animales que forman parte de la cadena alimentaria humana. Los inspectores holandeses temen que haya sido utilizado en buena parte del millar de granjas avícolas nacionales. A su vez, tratan de averiguar si ya se empleó en 2016. De momento, han descubierto altas concentraciones del producto en 28 remesas de huevos marcados, y los han calificado de “nocivos para los niños”.
Las primeras investigaciones apuntan a que la empresa holandesa de desinsectación Chickfriend ha usado una “posible mezcla de fipronil con otra sustancia legal para mejorar sus efectos”. La firma recibió el producto de Bélgica. Las autoridades belgas cerraron a finales del pasado julio varias explotaciones avícolas por el mismo motivo.
Dado que las gallinas así tratadas pueden poner huevos contaminados durante meses, en plena inspección holandesa, un millón de huevos listos para ser enviados a Alemania –su mayor importador- han sido retenidos en la frontera. Miles de cajas han sido retiradas de las estanterías en las tiendas de Holanda. Las grandes cadenas de supermercados nacionales se han visto afectadas también por la alerta alimentaria, y han aconsejado a sus clientes que tiren los huevos.
Con el insecticida bajo sospecha se trataba de eliminar el ácaro rojo o piojillo del gallinero, un insecto que puede llegar a infestar las granjas y convertirse en un problema biosanitario. No solo provoca anemia en las aves al extraer sangre. Al producir picor y estrés a la gallina, ésta puede poner menos huevos, con las consiguientes pérdidas para el dueño. El ave puede estar contaminada entre seis y ocho semanas. En las personas, consumir un huevo con fipronil puede causar náuseas, dolores de cabeza y estómago o sudoración excesiva. En el peor de los casos, acaba dañando el hígado, el tiroides y los riñones.
El País