“El verano es una época que predispone al golpe de calor en los bovinos. Y por eso hay que estar atentos y tener previstas medidas paliativas para enfrentar la situación y permitir que, de todos modos, la producción continúe siendo eficiente”.
La ingeniera agrónoma (MSc.) Josefina Marinissen, del INTA Ascasubi, aseguró que es bien sabido que la alta temperatura, superior a los 25°C, junto con la baja humedad relativa (50 % o menos), escasas precipitaciones y vientos, disminuye notablemente el bienestar animal.
“Esto afecta en forma negativa la producción, debido a un menor consumo de alimento, porque el proceso de digestión a lo largo del tracto gastrointestinal genera calor”, agregó.
El comentario, con las recomendaciones del caso, viene a cuento por la reciente muerte —este martes— de más de 1.000 bovinos en tres feedlot de Santa Fe, con una primera conclusión de estrés térmico producido por el calor y la humedad, más allá de la utilización aparente de un producto inadecuado para la alimentación.
“¿Cuándo se produce el estrés térmico? Cuando las temperaturas ambientales exceden la zona de confort del animal. Encima de los 25° C responden mediante mecanismos compensadores como la evaporización respiratoria y cutánea, con un alto gasto energético”, sostuvo.
Marinissen —en diálogo con este medio— agregó que cuando dichos mecanismos son insuficientes, la temperatura corporal aumenta produciendo hipertermia o estrés térmico.
“Las mejores condiciones de temperatura y humedad relativa para criar animales, en general, están alrededor de los 13 a 18ºC y 60 a 70 %, respectivamente”, dijo.
También señaló la investigadora que, normalmente, en el segmento horario de las 15 y las 17, cuando se maximiza la temperatura ambiente, se presenta el período más crítico en cuanto a temperatura ambiental para los animales.
“No obstante, durante una ola de calor, dada por la secuencia de tres o más días con temperaturas máximas superiores a 32°C, el ganado permanece una elevada cantidad de horas expuesto a condiciones de estrés calórico, con una reducida cantidad de horas para disipar el calor”, explicó.
“En esta condición suele estar sometido a estrés desde las 8 y hasta horas cercanas a la medianoche”, sostuvo.
Marinissen señaló que para que un animal expuesto a condiciones de estrés térmico pueda perder el calor acumulado a lo largo del día y recuperarse, se calcula que la temperatura debe descender por debajo de los 21°C, en la noche, durante unas seis u ocho horas.
Asimismo, manifestó que, para evitar los efectos del exceso de calor, los animales también modifican su comportamiento habitual, disminuyendo el tiempo dedicado a consumir alimento y el que destinan a permanecer echados.
Marinissen sostuvo que la clave está en administrar entre el 30 y 40 % de la ración a la mañana, porque a la tarde esta medida ayuda a desacoplar el pico de calor metabólico del animal con el pico de calor ambiental. Y que esto se aplica en suplementaciones a campo o en encierres.
“Otro aspecto a tener en cuenta es el aumento de la proporción de concentrado respecto de la de forraje dentro de una dieta balanceada. Generan menos calor al momento de la digestión; se denominan dietas frías”, dijo.
Sobre la provisión de sombra y una ventilación adecuadas sostuvo que puede ser de manera natural con árboles, o artificial a partir de la colocación de techos, cobertizos o mediasombra.
“La sombra de árboles es una de las más efectivas, ya que no solo disminuye la radiación, sino que produce menor temperatura del aire por la evaporación desde las hojas. La sombra permite al animal reducir la carga calórica entre un 30 y 50 %. Y hay que evitar el hacinamiento, ya que eleva la temperatura y propende a generar enfermedades y contagio”, indicó.
El mojado del suelo en los corrales de encierre permite minimizar la radiación indirecta, lo que mitiga el estrés calórico.
“A través de ensayos se midieron, en verano, alrededor de las 15, temperaturas de 28,6 °C en suelo con vegetación a la sombra y de 50,9 °C en suelo desnudo, seco y sin sombra, mientras que, si este último se humedecía, la temperatura descendía a 32,5°C”, detalló.
Marinissen también aludió al suministro de agua de calidad, el que debe ser sin restricciones.
“El consumo de agua es una de las formas más rápidas y eficientes para que el animal reduzca su temperatura corporal. Un animal adulto puede consumir entre el 8 y el 10 % de su peso vivo en agua”, dijo.
También que se deben evitar las actividades de rutina diarias que requieran el movimiento del ganado.
Para la investigadora, no es menor conocer el potencial tóxico de las pasturas.
“El consumo de pasturas, contaminadas con hongos endófitos, provoca incrementos de la temperatura en el animal. En este sentido, hay que tener precaución ante la compra de granos, o de barridos de puertos, por la posibilidad de infectación con cornezuelos”, concluyó Marinissen.
Los casos de Santa Fe
La muerte de más de 1.000 bovinos, este martes, ocurrió en dos feedlots de Cafferata y uno en Chañar Ladeado (Sante Fe). Se combinó un producto de la dieta, que podría llegar a tener algo tóxico, potenciado con el efecto del sol y de la humedad.
La muerte es producto del estrés térmico, producido por el calor y la humedad, pero la diferenciación con el resto de los campos es que los tres afectados utilizan el mismo producto para darles de comer.
Según publicó Contexto Ganadero, el predisponente podría haber sido algo en el alimento, pero el determinante es el calor. Los animales pudieron haber alcanzado una temperatura de 44 grados
Fuente: lanueva.com
Vía: mitreyelcampo.cienradios.com