Ing. Agr. M. Sc. Werner Gutiérrez Ferrer
Ex Decano de la Facultad de Agronomía de LUZ
El 30 de agosto de 2010 será recordado por siempre en nuestros campos agrícolas, como el lamentable momento de la entrega del último aliento del productor Franklin Brito, digno y valiente venezolano como pocos, a quien le fue arrebatada su vida por el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, negándole el legal y justo derecho que le asistía sobre el Fundo Iguaraya, ubicado en el estado Bolívar, de tan sólo 290 hectáreas. Muere, luego de permanecer 252 días recluido en contra de su voluntad en el Hospital Militar de Caracas. Su larga lucha en defensa de su finca, la inició en el año 2003, presentando formal denuncia ante el Instituto Nacional de Tierras, organismo que a través de un proceso violatorio de sus derechos, le cerró el paso a su propiedad y le confirió cartas agrarias a terceras personas.
Este honorable productor agropecuario oriundo de Irapa, estado Sucre, a pesar de su condición de militante del partido oficialista, sufrió las peores consecuencias de enfrentar a un estado arbitrario y todopoderoso, manteniéndose siempre de pie en defensa del derecho constitucional que le asistía sobre sus tierras. Irónicamente, aun en sus últimos días se mantuvo esperanzado en que el presidente Chávez Frías hiciese valer sus derechos como venezolano y agricultor sobre su fundo, y resarciera los daños causados, reparando las ofensas de las que fue víctima él, y su familia. Brito, hasta su último aliento, se sintió siempre engañado, porque nunca fueron revocadas las cartas agrarias mediante las cuales su propiedad fue invadida.
En estos 18 años de destrucción del aparato agroproductivo nacional por la absurda aplicación de un modelo agrícola – económico alejado de toda racionalidad, y solo apegado a fundamentos ideológicos – políticos, y peor aún, a intereses mezquinos de una casta corrupta enquistada en el gobierno, han ocurrido caídas que ni se sienten, algunas de ellas han pasado hasta desapercibidas, otras son muy fuertes y costará gran esfuerzo el recuperar el tiempo perdido, pero sin duda Franklin, que la cruel e inhumana forma en que el gobierno te arrebató la vida, quedará por siempre grabada en quienes en aquel momento fuimos testigos pasivos de tu lucha, entrega y sacrificio. En lo personal lamentaré siempre el no haber hecho suficiente para que esta valiosa vida no se hubiese perdido, para que sus derechos, así como los de cientos de familias que han visto desvanecer el fruto del esfuerzo de varias generaciones, fuesen respetados.
Hoy, quizás muchos aun afirman que tu entrega fue estéril, algunos consideran, que tu partida fue en vano, sin consecuencias sobre el devenir histórico de nuestra Venezuela. No lo pienso así, percibo en los últimos tiempos, un antes y un después del último latido del noble corazón de Franklin Brito. He presenciado de cerca la reflexión y el resurgir de una clase dirigente en los gremios agrícolas que han liderizado desde los más remotos rincones de la ruralidad venezolana la defensa del sector agropecuario nacional. Hombres y mujeres comprometidos con los verdaderos intereses de nuestra nación que han sido capaces de borrar con sus acertadas acciones las distancias, creando espacios para el encuentro y la defensa del sagrado derecho de nuestros agricultores y ganaderos a trabajar sus tierras, y del pueblo, a recibir alimentos producidos en los campos venezolanos.
Franklin, desde tu desaparición física Venezuela ha visto desaparecer campos enteros de maíz, arroz, sorgo, caña de azúcar, café, hortalizas y frutales. Aquellos infinitos rebaños ya hoy no recorren nuestros pastizales, la leche le es esquiva a nuestros niños, sufriendo el 54 % de ellos de deficiencias nutricionales, en un país que hoy se ve obligado a importar el 70 % de los alimentos que consume. A tu muy singular manera fuiste «maestro de tu destino, y capitán de tu alma», no concibo un mejor acto para honrar tu memoria, que el rescatar tus advertencias y el prohibirnos abandonar tu lucha, no permitiéndonos jamás el naufragio de tus sueños, por muy oscuro que pinte el paisaje. Tus enseñanzas seguro estoy, se hicieron presentes en el impulso demostrado en las recientes luchas de los gremios para recuperar de sus invasores la Finca Los Paredones y La Fortaleza en tierras zulianas, y unió como nunca antes a todo el sector agropecuario nacional en una sola voz, en solidaridad con Carlos Albornoz en el intento de detener la arbitraria medida de «rescate» anunciada por el gobierno en contra de su finca El Gólgota en tierras guariqueñas, como retaliación por no vender sus principios, e hipotecar sus sueños de democracia y libertad.
Nos falta aun demasiado por hacer, es cierto. Se han cometido infinidad de errores, lo sé. Las derrotas en este largo trajinar que nos hacen pensar a ratos que todo está perdido, tenemos el sagrado deber de convertirlas en sabiduría para asumir los retos por enfrentar. Se me acusa de ser un optimista irreductible, lo soy. Más allá de la profunda crisis que nos arropa, de la desesperanza de muchos y el negativismo de otros, he respirado demasiado espacio en nuestros esteros, sabanas y montañas para permitir rendirme, por ello los seguiré invitando a creer en el futuro. Mi llamado, es a continuar nuestros esfuerzos hasta lograr se reinstale en el país el estado de derecho, el respeto a la propiedad de los productores sobre sus tierras, presenciando el reverdecer de nuestros campos como base fundamental para conquistar la paz y prosperidad de nuestra hermosa Venezuela. ¡Si se puede!